Durante estos
primeros días del año, hay un punto luminoso en el cielo que no es una
estrella. Se puede observar toda la noche en la constelación de Géminis. Cuando
el cielo empieza a oscurecerse para dar la entrada a la noche, podemos
contemplar ese punto brillante en el este. Destaca sobre todas las demás
estrellas.
A medida que
avanzan las horas, a media noche se sitúa justo en el cénit, sobre nuestras
cabezas. Ese punto luminoso no es otra cosa que el gigante del Sistema Solar
Júpiter. Con unos sencillos prismáticos se pueden observar cuatro puntos de luz
situados en línea; son los satélites galileanos Ío, Europa, Ganímedes y
Calixto. A veces no son visibles todos ellos por encontrarse delante o detrás
del planeta.
Júpiter es un
planeta gaseoso gigante. Con un diámetro de 143.000 km., es once veces superior
al de la Tierra. Si tuviera noventa veces más masa de la que tiene sería una
estrella, ya que la temperatura y presión de su núcleo serían tan elevadas que
comenzaría la fusión nuclear. Por lo tanto, el Sol sería considerado como una
estrella doble…
Tiene una
rotación muy rápida. Un día joviano dura casi 10 horas, por lo que en poco
tiempo a lo largo de una noche ya se pueden observar cambios en las nubes
dispuestas en bandas y capas en la parte superior de su atmósfera. Estas
franjas son paralelas al ecuador y es muy entretenido observarlas. Las más
oscuras se llaman cinturones y las más claras, zonas. En uno de los cinturones
del hemisferio sur se encuentra la Gran Mancha Roja.
La
observación de esta gran tormenta es la manera más evidente de darse cuenta de
la rápida rotación del planeta, aunque si no está visible por encontrarse al
otro lado del globo, también se pueden utilizar otras nubes para verlo.
Estas dos
imágenes las obtuve el mismo día desde Ponferrada, el 11 de enero de 2014, con una diferencia de
1 hora 20 minutos. Se aprecia claramente el movimiento de rotación en ese
período en el detalle señalado con la flecha.
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